Mas allá de cualquier opinión o postura política que podemos tener, es innegable que el próximo Presidente de México rompe paradigmas en muchas esferas de nuestra sociedad -y el área de Protección a Ejecutivos no es la excepción.
Causó revuelo cuando anunció que disolverá al EMP y que buscará una manera diferente de llevar su seguridad personal. A partir de éste momento se generó un gran interés por el tema, ya que en varias conferencias de prensa las preguntas sobre su seguridad fueron más frecuentes que aquellas relacionadas con TLCAN y otros tópicos de interés nacional.
Recientemente AMLO anunció que estará protegido por veinte personas hombres y mujeres sin armas y con una buena preparación académica para fungir como su ayudantía y facilitar sus actividades especialmente cuando esté en contacto con las multitudes.
Tanto este planteamiento como la disolución del EMP, generó muchas críticas por parte de los especialistas, sin embargo me parece que hay algunos puntos que deben ser considerados más a fondo.
No voy a discutir el hecho si debe o no retirar el EMP porque me parece que esta particular decisión, puede tener motivaciones políticas e inclusive simbólicas que no son objetos del presente artículo. Mas allá del tema del EMP, aquí se trata del rechazo del peculiar concepto de protección por no estar de acuerdo con la imagen que el nuevo jefe del Poder Ejecutivo maneja.
Y aquí llegamos a la gran importancia que tiene la imagen dentro de la operatividad de protección ejecutiva -cosa en la que siempre he insistido mucho.
Como especialistas en protección estamos siempre sumamente enfocados a resguardar la integridad física y con frecuencia no tomamos en cuenta que un ejecutivo muchas veces antepone su imagen sobre su propia seguridad. Todos los que han trabajado con los ejecutivos y políticos de alto nivel saben bien de lo que estoy hablando.
Si no está comprendido dicho concepto, generará serios problemas y deficiencias en la operatividad ya que el equipo de protección tendrá unas prioridades y el ejecutivo otras lo que finalmente aumenta los riesgos.
En el caso de AMLO es fundamental tener la gran sensibilidad y la comprensión de diferentes factores para poder brindar la protección que el nuevo presidente necesita.
He escuchado comentarios de los especialistas que señalan que un presidente “no se manda solo” en términos de seguridad y que debe de estar sometido a una serie de rígidos protocolos ya que no es un ciudadano mas sino el líder de la Nación con todo lo que esto implica. Por supuesto que estoy totalmente de acuerdo. Esto además facilita nuestro trabajo y lleva a la seguridad del ejecutivo a los niveles “óptimos” ( si es que algo como la seguridad “óptima” realmente existe), el problema para nosotros como protectores es el hecho que el nuevo Presidente rechaza este tipo de protección y tiene todo el poder de hacerlo. La tarea del protector es bajar los niveles de riesgo al máximo dentro del marco operativo determinado, en los casos cuando no puede determinar el marco operativo el protector mismo. Y es justamente allí donde se requiere una gran sensibilidad y amplia visión:
¿De verdad podemos imaginar a López Obrador con su imagen de luchador social, la persona de pueblo, protector de los pobres rodeado de rígidos guardaespaldas, trajeados, severos y rudos empujando a la gente y separándolo de los ciudadanos que lo quieren saludar?
No hay manera.
No debemos olvidar que la sociedad generalmente percibe a los escoltas como un símbolo de estatus, privilegio e inclusive de la superioridad y es perfectamente entendible que un personaje como Andres Manuel rechace éste tipo de protección.
También muchos se escandalizaron cuando se anunció que los famosos 20 que cuidarán a AMLO no portarán armas. En realidad es otro de los grandes mitos de la protección ejecutiva donde se considera que el arma representa la varita mágica con la que se puede solucionar cualquier problema. Es verdad que el arma es importante como una herramienta más para que el escolta pueda hacer su trabajo- pero es solo eso: una herramienta más y se requiere un análisis cuidadoso para determinar en qué tipo de operativos será o no utilizada.
Los estudios confirman que el valor de las armas de fuego en protección a ejecutivos ha sido ampliamente sobreestimado ya que en 94% de los casos que fallan las medidas preventivas fallan las medidas reactivas también -según el análisis de ESI.
La seguridad armada inclusive puede representar un peligro para el propio ejecutivo (como fue el caso de Adolfo Lagos) o para su imagen (caso Lucero). ¿Se imaginan un fuego cruzado en medio de una multitud en un evento masivo del Presidente y sus consecuencias independientemente si él mismo sale ileso?
Nos acordamos que durante el atentado contra Ronald Regan, unos agentes del Servicio Secreto cubrieron al Presidente y otros tiraron al suelo al atacante – o sea a pesar que el ataque fue perpetrado con armas de fuego los protectores no hicieron ni un disparo.
Es por esto que la decisión que “L@s 20” no serán armados, no necesariamente es mala desde el punto de vista de seguridad siempre y cuando forman parte de un esquema muy eficaz de inteligencia y logística donde “L@s 20” representen solo la punta de iceberg de un sistema de protección mucho más robusto pero no visible. Para los que escucharon cuidadosamente la conferencia de AMLO donde anunció su nuevo sistema de protección, se pudieron percatar que reiteró en varias ocasiones que “el pueblo lo cuidará” pero también que habra policías y soldados ya que los soldados son “el pueblo armado” -lo que puede insinuar que se piensa en un esquema más amplio en el cual otras instituciones y corporaciones pueden formar parte de los círculos de seguridad más lejanos que debidamente coordinados pueden dar buenos resultados.
Al ser cuestionado de por qué rechaza el anterior modelo de seguridad, AMLO responde lacónicamente: “Ya son otros tiempos”. Y efectivamente ya llegaron otros tiempos para el área de seguridad a funcionarios. En el momento de lanzar su nuevo sistema de protección personal, el Presidente Electo dio en realidad la estocada final a un estilo de manejar la protección ejecutiva que está clínicamente muerto desde hace muchos años, adoptando al mismo tiempo un concepto que ha sido la tendencia mundial de la Protección VIP moderna que incluye una mayor prevención, discreción y los agentes de mayor preparación académica.
En resumen:
La misión política e imagen social no permiten al Presidente Electo manejar un sistema de protección tradicional. En el caso de un atentado el “impacto consecuencial” para la Nación pero también para el proyecto político del propio Andres Manuel sería muy alto mientras la “recuperabilidad” sería baja – lo que dispara el riesgo. También la intención de AMLO de continuar cerca de las multitudes aumenta los riesgos todavía más. Es indudable que el nuevo presidente estará expuesto a los niveles de riesgo mayores que el de sus antecesores y que él está plenamente consiente de ello- pero también está dispuesto de asumir los riesgos para mantener la congruencia.
Es de suma importancia que el nuevo esquema de Seguridad Presidencial sea un eficaz amalgama de inteligencia, contra vigilancia, avanzadas, logística , círculos amplios de seguridad no visibles con las tareas bien delimitadas para lograr bajar los riesgos a niveles relativamente aceptables y de ésta forma proteger tanto la integridad física como la imagen del nuevo Presidente de México.
Por Ivan Ivanovich
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